Cada 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres, recogemos los objetivos pendientes y las dificultades a las que se enfrenta la población femenina en el ámbito laboral en nuestro país. Los progresos en esta materia ya son muchos gracias a la lucha de las mujeres. Esta perspectiva hace que, cada vez más, las profesionales reflexionen, identifiquen y avancen en la igualdad dentro de sus sectores. Pero, como veremos, aún queda camino por recorrer. Estos son algunos de los principales retos laborales para las mujeres españolas a los que deberán hacer frente en 2022.
Zoom ceiling, si no te ven no cuentas
El teletrabajo tiene muchas bondades, pero una clara desventaja: la falta de visibilidad ante quienes tienen que verte como promocionable. La presencialidad está asociada a la productividad, al compromiso, al simple hecho de que se te vea trabajar, que entres en el campo visual y en el escenario de lo que se ve día a día para que se cuente contigo. No estar, aunque estés online, significa perder oportunidades. El gobierno del Reino Unido lo ha calculado: las probabilidades de ascender de alguien que teletrabaja respecto a alguien que acude a su centro de trabajo es un 38% menor.
Entre las ventajas más repetidas para optar por el teletrabajo es que permite una mejor conciliación con el resto de responsabilidades que tiene una vida. Las tareas de conciliación son asumidas en mayor medida por las mujeres. Como resultado, por un lado, se marchan antes de la oficina para poder dedicar la tarde a la crianza. Y por otro, pierden visibilidad al trabajar más en remoto para poder compatibilizar trabajo y cuidados. Esto resta oportunidades a la hora de promocionar. Si no se te ve, no cuentas. Es lo que se conoce como zoom ceiling, el techo del teletrabajo.
Investigación, menos papers
Durante la pandemia las mujeres investigaron menos. La carga de los cuidados hizo que contribuyeran en menor medida que sus compañeros varones a la a los contenidos en materia de investigación. Un ejemplo podemos verlo en la disminución de la producción académica femenina. Durante el confinamiento el número de informes registrados elaborados por mujeres descendió entre un 8% y un 12%, según un estudio de la Universidad de Montreal y de Indiana. Los estudios también señalan que la producción académica de las mujeres desciende en picado durante el tiempo de crianza, algo que no ocurre tanto con sus compañeros varones.
Empleo doméstico, menos derechos
El empleo doméstico es un trabajo desarrollado fundamentalmente por mujeres (en un 95%). Esta actividad no está incluida dentro del Régimen General, por lo que carece de algunas garantías fundamentales como es la protección frente al frente al desempleo (no tienen paro). Recientemente, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha considerado como discriminatorio por razón de sexo, dada la elevada feminización de este sector, esta desigual protección laboral del colectivo de empleadas del hogar. Además, hay una dificultad importante a la hora de garantizar que se trabaja en buenas condiciones. Las concernientes a los riesgos laborales, por ejemplo, ya que estos no pueden ser evaluados porque los lugares donde trabajan, los domicilios, son espacios privados a los que no pueden acceder las inspecciones de trabajo.
Doble (y triple) jornada, no descanso, tengo menos ocio y no tengo opción de formarme
Las mujeres que están inmersas en labores de cuidados soportan una gran carga mental y un gran sobresfuerzo. A muchas, este periodo de la vida les supone no poder formarse para adquirir nuevas habilidades en caso de que deban promocionarse o, incluso para conseguir un puesto de trabajo en otro sector. Desde las organizaciones que trabajan por la igualdad efectiva se apremia a avanzar en la corresponsabilidad. Es decir, que, tanto quienes comparten la paternidad, como las empresas, asuman su parte de responsabilidad sobre el cuidado de menores y personas vulnerables. Y también, mediante políticas que fortalezcan los servicios públicos y que conciencien sobre esta necesidad a la sociedad en su conjunto, para que los cuidados no sean asumidos solo por ellas. Esto les permitirá la posibilidad de tener vidas plenas y con igualdad real de oportunidades, una reclama que se repite cada 8 de marzo.
¿Cuántos 8 de marzo para romper el techo de cristal?
Las barreras para asumir cargos de mayor responsabilidad siguen produciéndose. Los estudios y estadísticas segregadas por sexo, concluyen que el trabajo que realiza una mujer está menos valorado que los que realizan los hombres. Ellas deben sumar más méritos que los que se le exige a ellos para poder acceder a un puesto más alto. Los mecanismos de ascenso están todavía muy impregnados por prejuicios sexistas, y los espacios donde hay más poder o son más rentables económicamente, están fuertemente masculinizados.
Acabar con la brecha salarial: igual retribución de empleos de igual valor
Los salarios de las mujeres siguen siendo más bajos, la brecha de género es del 16,2%, cinco puntos más bajo que en 2018, según los últimos datos aportados por el Ministerio de Igualdad. Las mujeres son las que más asumen jornadas reducidas o parciales, y esto juega un papel importante, pero no es el único. Pluses y retribuciones que escapan a los convenios y legislaciones siguen pagándose más a los hombres que a las mujeres. Además, los trabajos en los que las mujeres son mayoría están peor remunerados. Por ejemplo, en un supermercado está mejor pagado el trabajo de un mozo de almacén, desempeñado principalmente por hombres, que el de una cajera, trabajo fundamentalmente feminizado. Por este motivo, desde las organizaciones que tienen en cuenta la perspectiva de género se reclama: trabajos de igual valor, retribuidos por igual.