La Fundación CYD analiza la contribución de las universidades al desarrollo económico y social de España. En su último informe anual ha querido hacer hincapié en la relación entre el nivel de estudios y la inserción laboral en España, ofreciendo una amplia visión del desajuste que hay actualmente en nuestro país. Señala la necesidad de mejorar la empleabilidad de los titulados y de ofrecer soluciones para su inserción en el mercado laboral, así como de analizar a fondo la sobrecualificación en el mercado laboral.

¿Desarrollo continuo o desafío interminable?

El segundo capítulo del Informe CYD revela la interacción existente en estos momentos entre los graduados universitarios y el mercado laboral. En este sentido, la formación permanente es percibida como una necesidad inexcusable en el panorama educativo de España.

Aunque en 2019 nuestro país ocupaba la decimocuarta posición con respecto al ranking de 27 países que forman la Unión Europea, el porcentaje ha crecido de forma vertiginosa en los últimos años, colocando a España en la novena posición de la tabla. Este incremento expone unos resultados muy claros. La importancia de la formación es percibida como algo esencial para la población adulta española.

El estudio revela estos datos de forma transparente, exponiendo que en 2022 un 15,3% de la población de entre 25 a 64 años siguió actividades de formación permanente. Los graduados superiores muestran un interés aún mayor en continuar con su formación. Con un 24% de graduados participando en formación permanente durante el año 2022. Pero ¿De qué nos habla este incremento? En este sentido, quizá pueda ser un reflejo de la respuesta ineludible a las demandas de un mercado laboral, donde la formación es todavía escasa en algunas áreas, pero donde también la sobrecualificación está a la orden del día.

Para poder dar respuesta a esa demanda y mejorar la empleabilidad de los titulados, las fórmulas que proponen las universidades españolas son las llamadas microcredenciales. Títulos de corta duración que ofrecen formaciones complementarias orientadas a la adquisición de competencias transversales. El objetivo final es crear programas de formación, como las fórmulas de reskilling y upskilling que ya utilizan las empresas para capacitar a sus empleados, con el fin de ayudar a la recualificación de la población adulta.

¿Quiénes muestran más interés por continuar su formación?

En el análisis de los datos que ha realizado la Fundación CYD, podemos ver que las mujeres son el grupo con mayoría de participación en actividades de formación permanente durante 2022.Perfil de la población adulta de 25 a 64 años que realiza formación permanente-año 2022. Informe CYD

En cuanto a la edad, se puede observar que la proporción de alumnos que continúan su formación disminuye cuanto mayor es el rango de edad. Sin embargo, hay que destacar los datos para los grupo de personas entre 25 a 34 y 35 a 44, que han experimentado los mayores incrementos en su tasa de participación desde 2019.

La situación laboral también es relevante en este caso. Las personas en situación de desempleo fueron el grupo con mayor participación en formación permanente, seguidos de cerca por los asalariados. Así como es importante también el nivel educativo. Tal y como comentábamos en el apartado anterior, los datos certifican que, a mayor nivel educativo, mayor es también la proporción de estudiantes que optan por la formación permanente.

En cuanto al tipo de formación por la que se decantan. El mayor porcentaje, un 18,8%, optan por formarse a través de cursos de capacitación, talleres, conferencias u otras actividades no regladas. Mientras que solo un 6% apuestas por la educación formal.

Aunque los datos de formación permanente resultan alentadores en materia académica y formativa, la necesidad de estrategias para mejorar la empleabilidad de graduados y profesionales se hace evidente. Más aún en un mercado laboral donde los cambios son continuos y cada vez más rápidos.