Salir de casa por la mañana bien temprano y llegar casi cuando cierran las tiendas para preparar la cena es algo muy habitual en la mayoría de los hogares españoles. El tiempo dedicado a ganarse el sustento se ve ampliado por los tiempos que se emplean en el transporte para llegar al trabajo y volver a casa. En muchos casos se utiliza más de una hora por trayecto. ¿Es posible optimizar el tiempo dedicado a la jornada laboral?

La jornada partida, una peculiaridad española

Según se desprende de los datos sobre empleo del tiempo de la Oficina Europea de Estadística Eurostat, los españoles son los que más dilatamos el tiempo dedicado al trabajo. Esto implica que restamos horas al descanso para dedicárselo a la jornada laboral. Sin que, dicho sea de paso, esto mejore la productividad, más bien a lo que contribuye es al llamado presentismo.

Parte de culpa la tiene la peculiar jornada laboral partida española. La explicación sobre esta costumbre parece estar en la necesidad de compatibilizar dos empleos durante la posguerra. Los trabajadores asistían a un puesto por la mañana y a un segundo puesto después de comer que se alargaba hasta la noche.

Curiosamente, el profundo cambio que ha sufrido el mercado laboral desde entonces ha dejado intactas las jornadas partidas. Este hábito en nuestra cultura laboral perjudica tanto a la conciliación como al descanso. El retraso en la hora de salida del trabajo provoca que no se pueda disfrutar de más tiempo, para dedicarlo a los hijos o al desarrollo personal. Y se termina el día yendo a la cama cerca de las doce.

Al día siguiente, si se respetaran los tiempos de descanso de ocho horas, lo normal sería que se empezara a las diez. Pero comenzamos a la misma hora aproximadamente que los países de nuestro entorno, las ocho o las nueve, por lo que las horas de sueño también se reducen.

Por unos horarios más conciliadores y productivos

Desde hace tiempo, organizaciones como  la Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE) vienen reclamando unos horarios racionales que permitan disfrutar durante la semana de actividades más allá de la de trabajar. Los partidos políticos han recogido estas sensibilidades y, tanto por parte del gobierno en funciones como del PSOE y Ciudadanos, existen propuestas para racionalizar estos horarios en beneficio de una mejor productividad y de la conciliación con la vida familiar, así como para el alineamiento con los horarios del resto de países de la UE. Estas son las medidas sobre las que existe un mayor consenso:

  • Adelantar la hora de finalización de la jornada gracias a la reducción del descanso del mediodía.
  • Crear de un banco de tiempo para acumular horas que sirvan para hacer frente a las responsabilidades de la crianza.
  • Adoptar el horario español al que corresponde por ubicación. GMT+0, de forma que los horarios se ajusten al horario solar y por tanto a los biorritmos.
  • Conciliar el horario escolar con el laboral.

¿Por qué tenemos un huso horario que no corresponde?

El que tengamos un huso horario que no corresponde al del meridiano en el que nos encontramos geográficamente obedece a razones políticas no muy lejanas. En los años cuarenta del siglo pasado el régimen de Franco quiso hermanarse con Alemania en su uso horario. El Gobierno germano quiso establecer un horario diferente para un mejor aprovechamiento de la luz solar. Desde entonces, nuestro horario se retrasa una hora en invierno respecto a la hora solar y dos en verano.

Volver al horario que nos corresponde, GMT (Greenwich Mean Time) + 0, que es el que mantienen Las Canarias, Reino Unido o Portugal, haría que la hora de la comida fuera más adecuada a la de los biorritmos, sobre la una de la tarde y, por tanto, también se adelantaría el horario de cena y descanso al final, con lo que dormiríamos más. Y se ganaría en calidad de vida.