La psicología define la conducta disruptiva como el comportamiento que desafía a la autoridad o a lo establecido como normal porque difieren de los valores socialmente aceptados. Si esta actitud se mantiene de una forma continuada puede esconder un patrón de conducta antisocial. Es propio de la edad infantil o la adolescencia y sus connotaciones son fundamentalmente negativas si se perpetúa en el tiempo.
¿Qué es disruptivo?
Pero también se encuentran elementos positivos en este tipo de actitudes y es que ayudan a romper con la inercia de procesos improductivos, ineficaces. De forma controlada, adoptar una mirada desafiante frente al orden aceptado se convierte en un disparadero de creatividad. De este modo, la disrupción, que quiere decir rotura o interrupción brusca, ha entrado a formar parte de la terminología en áreas que se ocupan de procesos de cambio e innovación. La tecnología es uno de los ámbitos donde se producen más dinámicas disruptivas.
Son cada vez más quienes han visto en las personas con tienen estas características un talento muy valioso que incorporar a las plantillas. El talento disruptivo solo puede formar parte de las organizaciones si se crean espacios y medios con libertad para crear. Son conocidas las condiciones laborales de las grandes empresas tecnológicas donde existe una amplia flexibilidad en cuanto a normas para facilitar la adaptación de personas inconformistas. Estas características personales ayudan a romper con estereotipos y formas clásicas de afrontar los problemas.
Las personas que podrían considerarse rebeldes o críticos son muy apreciadas para acometer determinados objetivos en las empresas. Sobre todo en procesos que tienen que ver con el avance y la implantación de nuevos productos que comienzan siendo elementos raros dentro del mercado y acaban transformando el mercado mismo. Es el caso de los smartphones, con el disruptivo Steve Jobs a la cabeza.
Sin embargo, también hay que tener en cuenta que lidiar con estas personas es un reto puesto que ponen en cuestión la propia organización y llegan a ser incómodas para el resto de la plantilla.
Hábitos disruptivos
Incorporar los beneficios de las actitudes disruptivas en el día a día será clave para transformar y mejorar procedimientos. Estas son algunas de las acciones que pueden ponerse en práctica para optimizar procesos.
- Mira desde diferentes puntos de vista. No te conformes con la primera versión de lo que piensas. Imagina otros lugares desde donde mirar. Una técnica para llegar a ello es la de los seis sombreros, seis puntos de vista desde los que afrontar un problema: la lógica, la versión contraria (abogado del diablo), desde el optimismo, la emoción, la creatividad, y desde una perspectiva cenital, desde arriba para tener una visión global.
- Cuestionarlo todo. Permanece atento a los fallos del sistema. Haz un listado sobre todas las ideas que surgen en un concepto y define el punto débil, por donde podría atacarse. Esta práctica ayuda a descubrir argumentos que no están convenientemente fundamentados y a darles una vuelta.
- Rompe con hábitos y rutinas. Puede hacerse de forma controlada. Empieza con un orden distinto la jornada. No tiene porque ser definitivo, pero esta forma de hacer ayudará a estimular la atención que ha quedado supeditada a la inercia de los procesos más rutinarios. Es la forma en la que mantener una mirada fresca necesaria para detectar errores o posibles mejoras.
- Adopta una actitud positiva. El optimismo es necesario para avanzar. Hacerlo posible en la cabeza, verlo en el horizonte hace caminar hacia ello, estimula la motivación. Se trata de encontrar las conexiones y caminos dando por hecho que puede hacerse, imaginando el resultado en positivo.
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