La excelencia en el desempeño de tus tareas puede llegar a ser una maldición si se perpetúa en el tiempo y se limita a una (o unas pocas) responsabilidades. Desplegar solo uno de tus talentos, porque en un momento dado fuiste competente, es algo que puede ser muy limitante y desalentador. Pese a que la innovación, la creatividad y la inspiración forman parte del discurso motivacional de la mayoría de las organizaciones, en demasiadas ocasiones se sufre el síndrome de Ganímedes.

Condenados a repetir una sola tarea

A Ganímedes no le quedó otra que ser un excelente copero (el responsable de los recipientes donde se vertía el néctar que bebían los dioses) porque así lo quiso Zeus, dios del Olimpo.

Cuenta la mitología griega que Zeus se enamoró del hermoso pastor Ganímedes y lo raptó para tenerle a su lado en el Olimpo. Para poder presumir de la belleza de su amante, lo convirtió en objeto de exhibición y lo nombró copero. Y hasta ahí llego la misión de su vida.

De una forma similar actúan algunos jefes cuando relegan a una sola y especializada ocupación a un empleado. Por este motivo se ha bautizado a esta práctica como síndrome de Ganímedes, que se manifiesta cuando tu potencial de desarrollo se queda limitado por el prejuicio que alguien, tu jefe principalmente, tiene sobre tus capacidades o tu desempeño.

Esta conducta es perjudicial, además, porque solo tienen en cuenta los intereses de una de las partes, en este caso el superior, pero se olvida el bienestar del empleado.

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¿Qué tipo de empresas favorecen el síndrome de Ganímedes?

Puesto que este comportamiento afecta a la organización del trabajo, no es exclusiva de un determinado tipo de actividades profesionales, sino que sucede en cualquier ámbito. Tiene que ver, más bien, con la cultura corporativa y el tipo de liderazgo que tenga una compañía.

Raramente se encontrarán personas superespecializadas, otra forma de verlo, en empresas creativas o cuyo corazón esté en la innovación. Todo lo contrario, la tendencia es integrar conocimientos y ponerlos al servicio de un equipo para, de ahí, tener la posibilidad de impulsar el potencial de cada cual.

El tipo de liderazgo que escoge esta forma de delimitación inflexible de tareas suele tener características autoritarias y excesivamente controladoras. No ve más allá de sus intereses y considera que las personas que forman su equipo solo sirven como piezas que puede orquestar debido a la estricta determinación de sus funciones.

No delegan porque tienden a acaparar todo el espectro de las decisiones sin dejar lugar a la autonomía o a la creatividad, ni, por descontado, a la crítica constructiva.

Qué puedes hacer como empleado para luchar contra él

A veces esta actitud también encuentra eco en los empleados. Saberse reconocido en una determinada tarea y afrontar con temor nuevas responsabilidades es algo que experimentan muchos trabajadores. No querer abandonar la zona de confort o ser reticente al cambio porque temen la ineficacia que conlleva todo proceso de aprendizaje es una actitud habitual entre la plantilla.

La motivación desciende conforme pasa el tiempo y la rutina empieza a instalarse cuando se sufre el síndrome de Ganímedes. El estímulo por superarse, las ganas de desarrollar otras facetas, de avanzar, quedan domesticadas. Se producen sentimientos encontrados porque, por un lado, se siente gratitud por el reconocimiento del buen desempeño, pero por el otro, se percibe como si se estuviera estancado. Queda recortado el crecimiento profesional.

Desde los departamentos de gerencia o recursos humanos es recomendable estar atento a que estas prácticas no se conviertan en el modus operandi preferente, ya que son contraproducentes. Es importante establecer un sistema de aprendizaje o asunción de nuevos roles y tareas para desarrollar al máximo el talento dentro de la empresa.

Quizás si a Ganímedes le hubieran dado la oportunidad de ser arquero o tocar el arpa no estaríamos hablando de alguien con sus cualidades cercenadas, sino de un ser al que le habrían dado la oportunidad de desarrollar todo su potencial.