Soy un empresario indignado. Indignado por leer a tanto gurú de la crisis llenarse la boca de bobadas:

– La crisis es el mejor momento para reinventarse

– Las mejores oportunidades suceden en época de crisis

– La creatividad aflora cuando se tiene el agua en el cuello…

¡Pero cuánta tontería junta, por Dios!

¡Que sí, que sí!, que más de uno y más de dos han montado su empresa en esas condiciones y han triunfado… ¡¿Y qué?! ¿Acaso no toca la lotería todos los días?

Los que se quedan en paro se plantean cómo seguir adelante, y con cinco millones de desempleados la alternativa está en montar una empresa o un pequeño negocio… ¡No queda otra!: ¡o te sacas tú las castañas del fuego o te pudres!

…Y ahí llega ese parado cualificado, un poco asustado por la decisión que ha tomado, sin actitudes ni aptitudes reales de empresario porque ni lo ha mamado ni le ha interesado nunca… ¡Y ahí está! Ha dejado temblando la cartilla del banco, le han dado un pequeño crédito personal y se ha presentado a un par de premios de emprendedores que lógicamente no ha ganado. Pero sigue adelante.

Y con esa decisión empieza su pequeño calvario. Este es un país tercermundista a la hora de poder crear una empresa. Entre una legislación farragosa, unos trámites lentos y pesados y unos funcionarios desmotivados, hay que tener mucho fondo para superar nuestra burocracia.

Y la supera, claro que la supera. El hambre y el tener hijos a los que vestir hace milagros.

Pero después del milagro, en la mayor parte de los casos, llega la frustración: hay que echar la persiana. Se han gastado los ahorros, el crédito, las donaciones de los amigos…, y el negocio no ha funcionado. ¡Desastre!

Ahora llega el verdadero milagro, el de los abuelos pensionistas acomodados. Los mismos que cuidaron a los nietos cuando eran pequeños son los que ahora cargan con el peso familiar de muchos intentos empresariales fallidos. Siempre lo han dicho: “Aquí no te va a faltar un plato de alubias”.

… Y ahí está, ciertamente, ese profesional que pasó por el paro, por un intento de hacerse empresario y por la ruina, reinventado gracias a la crisis.

Eduardo González Salgado
Empresario

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