El término procrastination hace referencia a la tendencia a aplazar una tarea importante. A dejarlo para el final. Las causas son múltiples: por ser demasiado exigente, por sentirse inseguro frente al desempeño, o todo lo contrario, precisamente por querer sentir esa adrenalina que se libera al llevar el plazo de ejecución al límite del vencimiento. ¿Cómo evitar la procrastinación laboral estando en casa?
Dicen los expertos que el mecanismo mental de quien tiende a posponer persigue conseguir la recompensa inmediata (incluso antes de merecerla). Quien dilata el momento no tiene una visión firme sobre los beneficios de planificar para el largo plazo y se prefiere, en el momento presente, que las cosas fluyan y sean fáciles y dejar para más tarde lo que más cuesta.
El caso es que, cuando se teletrabaja puede que esa tendencia se vea incrementada. La presión social que ejercen responsables y compañeros en el puesto de trabajo desaparece. De alguna forma, cuando se está en la oficina, se actúa como una persona eficaz y responsable. Pero, en la intimidad del hogar, esa imagen se relaja y la motivación tiene que venir de dentro de uno mismo. Así puedes mantener la misma actitud desde casa.
Planifica la jornada
En vez de dejarlo a la voluntad de ir haciendo, es preferible someterse a autodisciplina. Marca el día con las tareas que tienes que hacer. Prioriza aquellas que tienen un plazo inmediato. Y un consejo, aquellas tareas que puedas quitarte en dos minutos hazlas ya para tener esa sensación de tarea tachada (además del trabajo hecho).
Acomete en primer lugar aquellas que son más exigentes para cuando sea mejor momento. Esto no quiere decir dejarlo para luego si no elegir el momento en el que hay más tranquilidad o se está más despejado. Y no empieces la siguiente tarea hasta asegurarte de que has terminado la anterior.
Comunícate con asertividad
Estos días en los que hay mucho jaleo en casa, organiza los momentos en los que todo el mundo tiene que estar haciendo algo, en los que debe respirarse un ambiente silencioso y calmado. Los deberes escolares pueden compaginarse con las tareas que requieran más concentración. Es importante hablar con la familia para decidir entre todos qué momentos serán los de ocio y cuáles los de trabajo. Hay que negociar y ser realista con las capacidades y necesidades de cada miembro de la familia.
Tómate los descansos
La dificultad de concentrarse, que lleva de la mano la dilación de tareas, también puede ser fruto del cansancio. Técnicas como la del pomodoro, empaquetar el tiempo de trabajo en periodos de 25 minutos y parar 5 para descansar, pueden ayudar. Esos pequeños descansos te permitirán volver a la tarea más despejado y aprovechar el tiempo al máximo hasta el siguiente descanso. Además, se puede aprovechar para trabajar los plazos ( asigno una tarea a cada 25 minutos, por ejemplo).
Decir no (con amabilidad)
Cuando no se quiere afrontar alguna tarea siempre surgen otras que aportan una satisfacción inmediata y son fáciles de acometer: limpiar, comer… Hay que decirse: “ahora no” para poder volver a la concentración y seguir con lo que se estaba haciendo. Si se organiza bien la jornada cada cual puede afrontar sus responsabilidades. También saber decir “después”, de una forma asertiva, a las comunicaciones externas. Fórmula como “te llamo yo en cuanto acabe con lo que estoy haciendo” puede ser un recurso amable al que acudir.
Cuidado con el perfeccionismo
Querer que todo salga perfecto pone una presión que no siempre se puede afrontar. Es entonces cuando más fácilmente se recurre a la procrastinación. Se la aleja en el tiempo para que no genere ansiedad en el momento presente. Pero el problema es que la ansiedad, aunque quizás en modo más leve, queda por debajo y va acrecentándose según pasan las horas. Solución, hacerlo cuanto antes e irlo mejorando cuando sobre tiempo.
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