Ana García-Siñeríz. Periodista.
Fue, durante veinte años, el rostro más reconocible de la misma casa televisiva –Canal+ y, más tarde, Cuatro–. Allí, Ana García-Siñeriz (Oviedo, 1965) tan pronto se vestía de aguda entrevistadora en el programa «Lo + Plus» como, insomne, narraba la entrega de los Oscar en madrugadas interminables y llenas de glamour. Tras su salida de Cuatro, su carrera ha tomado diversos derroteros. Por referirnos solo a algunas de sus actuales ocupaciones, habla de la relación entre padres e hijos adolescentes en el blog «Mi ‘Ado’ y yo», que publica en la página web de la revista Mujer Hoy, y triunfa con los libros infantiles de «La Banda de Zoé», que elabora, al alimón, con el ilustrador Jordi Labanda.
¿Cómo ganó su primer dinero?
Las primeras pesetas que gané fue vendiendo unas pulseras que hacía una amiga de mi madre a otras amigas de mi madre, pero esto fue casi un juego. Aún recuerdo la emoción que me producía cada vez que vendía alguna… Pero mi primer trabajito «serio» fue cuidando niños y dando clases de español a las señoras americanas que vivían en la misma zona que yo. Una de ellas desapareció abruptamente, dejándome una notita y el dinero que me debía. Unos días después leí que habían expulsado de España a unos «diplomáticos» sospechosos de prácticas de espionaje. Estará en las hemerotecas; puedo dar su apellido, pero me lo reservo por si siguen en activo.
Cuando, de pequeña, se imaginaba su vida profesional del futuro, ¿qué veía?
Pues de todo: bailarina de ballet, monja, ingeniero como mi padre… todo muy variado y según la influencia del momento. Hace unos cuantos años me entrevistaron en un programa de televisión y me hicieron la misma pregunta. Cuando respondí «monja, misionera; como todas las niñas han querido ser alguna vez», me giré hacia el público buscando su complicidad –de chicas mucho más jóvenes que yo– y ví que a ninguna le había dado por allí. Algo tan común en mi generación era una rareza total veinte años después.
Su primera «casa» mediática fue la radio.
Entré en la radio de Pozuelo, Radio Oeste, a hacer radio fórmula. Allí coincidí con Carlos Pérez Gimeno, con el que me reía muchísimo; no sé cómo no nos echaron– bueno, sí, pagaban tan poco que no valía la pena echarnos–. Fue una época de aprendizaje. Allí había gentemuy buena, sobre todo entre los locutores. Por aquel entonces estaba estudiando la carrera todavía –trabajaba y estudiaba a la vez– y, cuando acabé, entré en RNE para hacer un Master de Radio. De allí, uno de los profesores me envió a una prueba para unos anuncios –al menos, eso creía yo– pero, en realidad, era un casting para Canal+. Gracias a esta prueba entré en los Informativos de la cadena justo antes de su estreno, en 1990. Y allí me quedé hasta que me pasaron a Cuatro. Canal+ fue la mejor casa que he tenido y en la que más aprendí.
¿Cuándo fue la primera vez que se dio cuenta de que podría dedicarse a esto?
El primer día que fui a trabajar a Torre Picasso. Me impresionó aquel edificio tan alto y tan bonito. Yo había trabajado dos años en TVE, pero con un contrato artístico que me renovaban cada tres meses, por lo que tenía siempre una enorme sensación de inseguridad. Cuando entré en Canal+ sentí que tenía un trabajo de verdad. Con contrato de becaria, por cierto. La vida laboral de las personas de mi generación ha sido, de alguna manera, más fácil que la de los de ahora, pero también nos aplicaban todo tipo de contratos más ventajosos para las empresas que para los trabajadores. Allí empecé a crecer y a ganar confianza en mí misma.
¿Cuál ha sido el momento de mayor estrés en toda su carrera?
No sé… quizá las retransmisiones de los Oscar, cuando estaba en Los Angeles. Es muy complicado porque tú no ves la emisión deMadrid. Estás conectado solo por el oído y tienes que fiarte al cien por cien de lo que oyes, que no es lo mismo que ve el espectador que está en su casa. La tele es más complicada de lo que parece y no siempre la culpa de todo la tiene el presentador –lo digo por lo malo, pero también por lo bueno–.
¿Hay mono de televisión?
No tengo mono de televisión, afortunadamente. Estoy muy ocupada con otras actividades que me dan más libertad y me permiten trabajar «a mi bola», yo, que soy muy independiente. La escritura para niñas es muy gratificante –sobre todo, porque la colección que hacemos Jordi Labanda y yo, «La Banda de Zoé», va muy, muy bien y a las niñas parece que les encanta–. Aparte, tengo mis ventanas en la radio, en blogs –como en Mujer Hoy, en el que hablo de las relaciones entre padres e hijos adolescentes…–. A veces me cuesta organizarme con tanta diversificación pero los periodistas, por lo general, trabajamos así. Lo raro es haber estado veinte años en la misma empresa, como estuve yo.
Con la que está cayendo en la profesión, ¿qué le aconsejaría a un compañero periodista en estos tiempos tan convulsos?
Que aprovechemos la tecnología. Hoy día cualquiera puede montar su propio canal de televisión en Internet, o su propio periódico. Si otros lo hicieron antes, lo que hay que hacerlo es mejor. Y el futuro… ojalá mejore, pero no parece que vaya a ser en el corto plazo. Tendremos que reinventarnos nosotros mismos y también nuestro escenario.
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