Aunque no haya tenido tanta presencia en los medios de comunicación como en otros tiempos, la verdad es que Javier Gurruchaga (San Sebastián, 1958) está más «multitask» que nunca, como se podrá comprobar durante la entrevista: cine, teatro y, ya mismo, el concierto-espectáculo basado en su disco «El maquinista de la general», con vagones cargados de rock, soul, aires mexicanos… Recordamos con él sus comienzos laborales, como botones en el Banco de San Sebastián.

¿Cómo era el «Gurruchaga bancario»?

Entré muy pronto, con 14 años, después de un examen. Mis padres ya me veían en el escalafón –hasta llegar a jefe de sucursal y más allá–… pero tenía claro que mi sitio no estaba allí. Sí me sirvió como buen centro de observación del comportamiento humano y como referencia para mis aficiones culturales: un toque de Kafka por aquí, «El apartamento» de BillyWilder por allá… Recuerdo que me pagaban unas 1.000 pesetas, más algo por Navidad. Lo alternaba con los estudios, hasta que me pude dedicar al mundo de la música: estudié saxofón y Filosofía y Letras, y ganó la partida el saxo.

Y con 18 años, crea la Orquesta Mondragón…

Bueno, antes hubo otros grupos, como Calígula, Orfeo, etc. Y trabajaba en la radio, en un programa de jazz sin cobrar –hasta que se les ablandó el corazón y, a los dos años empezaron a pagar algo–. Estaba muy metido en el Festival de Jazz de San Sebastián… Con la Orquesta ya empecé a ver que podía encontrar un camino y que era hora de pedir la excedencia. Y no quiero dejar de recordar –sonríe– la mili.

Tampoco encaja Gurruchaga en el servicio militar de la época…

Acotemos… me presenté voluntario en San Sebastián, e hice la mili –con el saxo– en la banda de música, con lo que el ambiente con los compañeros era muy bueno, todos eran músicos. Fueron 20 meses, pero aún recuerdo a los compañeros, al profesor Maeztu…�

Llega el turno de Madrid…

Tuve que pedir un permiso para actuar en el Teatro de la Comedia. A partir de ahí, todo empezó a suceder muy deprisa: «Muñeca hinchable» en el 79, «BonVoyage» en el 81, el éxito, las giras, los programas de televisión, de radio, el cine, el teatro…

¿Qué piensa ahora, cuando echa la vista atrás?, ¿no se marea?

Estoy muy satisfecho con mi trayectoria, pero tengo muy claro que hay que examinarse diariamente, volver a empezar, «beguinthe beguine»… Aún me queda ilusión, y eso que en los últimos tiempos he perdido a varios seres queridos, entre ellos mi padre. Mi madre me decía el otro día: «Es muy apreciable la vida…». Pues tiene razón, tenemos que aprovechar el momento. Por cierto, el otro día le compré en la Cuesta de Moyano –Madrid– un libro de recetas de los años 30 que me costó carísimo… Retomo el hilo: el concierto que preparamos va a servir para repasar toda nuestra trayectoria en un homenaje al tren –mi padre era ferroviario, como el de Vicente del Bosque–, con las canciones y las referencias de siempre, más las actuales de «El maquinista de la general».

Si otea el futuro, tiene la agenda completa…

No me puedo quejar, desde los conciertos –iremos a México en mayo y a teatros de distintos puntos de España– al cine, ya que está pendiente de estreno «Abrázame», una película manchega de Óscar Parra, muy berlanguiana, en la que interpreto a un enterrador de Argamasilla de Alba y en la que trabajo junto a Sara Montiel. También estaré en «La sombra de Nueva York», de Juan Pinzás. Y en teatro, estreno a finales de agosto, con Charo López, en el Bellas Artes de Madrid, «Carcajada salvaje».

¿Y aún le queda tiempo para sus «hobbies»?

365 días al año, 24 horas cada uno. Con estos datos, verás que siempre podré leer los libros de mi biblioteca, ir al cine, pasear por las calles del centro de Madrid o de cualquier otra ciudad…