Hasta a las interrupciones en el trabajo se le puede ver el lado positivo… ¿no es cierto que hay quienes alaban la multitarea? Pues para sobrellevarla hay que acostumbrarse a la interrupción. Sin embargo, hay estudios que matizan esta conclusión, cuando no reivindican justo lo contrario. Investigadores de prestigio hace una década que señalaron el perjuicio que supone la interrupción de las tareas para la buena marcha de la jornada.

Los efectos perjudiciales de que te interrumpan

A finales de la primera década del siglo XXI, con la difusión de la mensajería instantánea, el planteamiento de las consecuencias de las interrupciones debidas a esta tecnología empieza a cobrar importancia en el ámbito de recursos humanos y la productividad laboral. La preocupación de muchas compañías es que su plantilla se distraiga. Con la difusión de las redes sociales, esta preocupación se agrava y esa la razón de que se implanten distintos sistemas que frenan la comunicación on-line. ¿Estaban en lo cierto?

La ingeniera Czerwinski consiguió desarrollar un sistema que permitió medir el efecto de las interrupciones. Según los experimentos que dirigió, la interrupción de una tarea puede suponer un coste adicional de 25 minutos. Es decir, una vez que se termina de atender la interrupción, hasta que no transcurren los 25 minutos no se consigue realizar la tarea interrumpida con la misma fluidez. Su trabajo se basó en conseguir un sistema que determinara la importancia de las interrupciones para priorizar entre las que debían ser atendidas en el momento o las que podían dejarse para más tarde y conseguir así mayor tiempo productivo.

Y ahora, volvamos a formular la pregunta: ¿estaban en lo cierto? Quizá sí, pero hoy día poca gente cuestiona la necesidad de que hay que estar conectado para realizar una gran cantidad de actividades propiamente laborales. Por eso el debate sigue vivo.

¿Son tan negativas las interrupciones?

Al final, lo que el transcurso de los años termina demostrando es que se necesita estar conectado para poder realizar cantidad de tareas. Los sistemas de capado han tratado de ser operativos, pero en la mayoría de casos lo que han provocado es un retraso en la productividad.

Por este motivo han sido rescatados otro tipo de estudios de la época que aseguraban que, lejos de tener un efecto perjudicial, las interrupciones podían ser beneficiosas. Según sus conclusiones, el trabajo que va a ser interrumpido se realiza de manera más ágil precisamente para compensar esta posible “pérdida de tiempo”.

Las interrupciones, en su justa medida

Una interesante aportación de aquel entonces que merece la pena recordar una década después es la que realiza otro de los referentes, Gloria Mark, en uno de sus estudios. Su postura podría considerarse intermedia. Las conclusiones sobre un experimento en el que se reproduce un contexto laboral real muestran que, efectivamente, se realizan con mayor rapidez las tareas que son interrumpidas.

Sin embargo, esta productividad tiene un alto precio en la salud de los trabajadores. Las personas que realizan su jornada con interrupciones terminan más estresadas, experimentan una mayor frustración, están sometidas a una presión más intensa y a una tensión más alta.

Ahora bien, no todo el mundo lo vive de la misma manera. Los sujetos que, según distintas escalas de personalidad, mostraron una mayor apertura hacia nuevas experiencias y quienes se recomponen con facilidad de los imprevistos evidenciaron un daño claramente inferior.

Otra conclusión interesante que aportan los estudios de Mark es que cuanto menos tiempo lleve la resolución de la interrupción, más rápidamente se vuelve al ritmo en que se estaba realizando la tarea interrumpida. Este dato puede ser clave a la hora de planificar el flujo de trabajo.