La flexibilización de la jornada, con el teletrabajo como medida estrella, ya forma parte de las conversaciones cotidianas. ¿Prefieres trabajar desde casa o ir a la oficina? Tener un margen a la hora de entrar o poder compensar horas porque tienes que salir antes empieza a ser una práctica habitual. La semana laboral corta, la de cuatro días o treinta y dos horas también se vislumbra como probable en el medio plazo. No faltan ensayos para valorar su implantación.
Trabajar menos sí… ¿pero también cobrar menos?
Desde que la primera empresa en España diera el paso a inicios de 2020, una compañía andaluza dedicada a la tecnología llamada DELSOL, han sido varias las firmas que están explorando acortar la semana laboral. Pero la pregunta está en el aire: ¿trabajar menos significa también cobrar menos?
Una de las compañías que más recientemente ha querido probar ha sido Telefónica, incorporando un proyecto de reducción de horas con una disminución del 15% del salario. Otra ha sido la empresa de moda Desigual que anunció hace unos días que pasaría una encuesta a parte de su plantilla para sondear el grado de aceptación que tendría una reducción de las horas semanales de trabajo (de 39,5 a 34,5). Estas horas de menos también significarían una pérdida del 13% de salario, pero la empresa se compromete a sufragar el 50%, con lo que la nómina se reduciría solo un 6,5%.
Un ensayo con empresas de diferentes sectores
A principios de año Mas País junto con Compromís lanzaron esta propuesta de reducción de la semana laboral en cuatro días sin pérdida de salario. Se iniciaron negociaciones con el Gobierno, con la idea de comenzar un proyecto piloto con empresas de entre 6 y 200 trabajadores y pertenecientes a diferentes sectores, desde hostelería hasta telemarketing, que daría comienzo en el último tercio de 2021. La propuesta incluye una bonificación, para las empresas que se acojan, que evita la reducción de la nómina. Ya que serviría para compensar un previsible incremento de costes derivados de la contratación de más trabajadores o de las necesidades de digitalización para optimizar los procesos y adaptarse a jornadas más cortas.
Esta ayuda, según la información que aportan los impulsores de la medida, se produciría en tres años consecutivos. El primer año de la reducción se bonificaría con un 100% la diferencia de coste salarial a las empresas que lo aplicaran. El segundo año 50% y el tercero 25%. La cantidad prevista para poder afrontar esta medida sería de 50 millones de euros.
Pero parece que el plazo se alarga, porque este ensayo estaría financiado con los presupuestos de 2022.
Estar más horas en el trabajo no garantiza una mejor productividad
Entre las barreras tradicionales para la implantación de esta semana laboral corta están el temor a una pérdida de productividad o al incremento de costes. Sin embargo, los datos apuntan a que un mayor número de horas en el trabajo no es sinónimo de mayor productividad. Alemania tiene uno de los mejores índices de productividad trabajando menos horas. El presencialismo en los entornos laborales (estar de más en la oficina solo porque está el jefe) es un mal que poco a poco empieza a desaparecer, pero que todavía ocurre en muchas empresas.
Los beneficios que aportaría esta reducción del tiempo de trabajo apelan tanto a la sostenibilidad como al incremento del bienestar. Quienes defiende una semana laboral más corta argumentan que un menor uso del transporte contribuirá a hacer ciudades más verdes y sostenibles, y favorecerá la conciliación con otros aspectos de la vida.