La noche del 29 al 30 de octubre volveremos a cambiar la hora para dejarla como estaba antes de finales de marzo. Regulado por una normativa europea desde el 2001 de forma indefinida, todos los países de nuestro entorno retrasarán una hora para mejorar el aprovechamiento de las horas de luz. La idea es llegar al trabajo cuando ya es de día y salir antes de que se haga de noche. ¿Pero cómo afectan estos cambios de horario a la jornada laboral?

La adaptación al nuevo horario entraña sus problemas. La luz solar desciende rápidamente por el momento del año, y con el cambio el ocaso se produce una hora antes. Hay estudios que afirman que durante este periodo de adaptación se produce un aumento de los accidentes de tráfico, infartos y la siniestralidad laboral.

¿Desde cuándo cambiamos la hora?

Desde el año 1942 España tiene un huso horario que no le corresponde por meridiano, y que provoca que en verano se esté dos horas por detrás de nuestro huso horario. Durante la Segunda Guerra Mundial todos los países adoptaron medidas para aprovechar las horas de luz, por lo que retrasaron una hora los relojes. El régimen franquista quiso hermanarse con la Alemania de Hitler, que consultaba el reloj según el uso de Europa Central, y se acogió a este.

La crisis del petróleo en los años setenta del siglo pasado hizo que los gobiernos se vieran obligados a tomar de nuevo medidas de ahorro energético. A partir del año 1974, de forma generalizada, en Europa se adoptó el horario de invierno con el fin de rascar unos euros a las eléctricas y garantizar el ahorro.

Mejor con los biorritmos y meridianos bien alineados

Con motivo del cambio al horario de verano que se produjo el pasado marzo, desde el gobierno en funciones se hizo una propuesta de adoptar el huso horario que nos corresponde, y que está junto a Portugal y el Reino Unido. De este modo ajustaríamos biorritmos con horas solares, lo que contribuiría a mejorar nuestro bienestar.

Pero según la Asociación AHORE (Asociación para la Racionalización de los Horarios Españoles ) que lleva años ocupándose de establecer unos horarios razonables esto no es suficiente. España cumple con unas dilatadísimas jornadas laborales tradicionalmente. Parte de la explicación está en que la crisis que siguió a los años posteriores a la Guerra Civil provocó la necesidad de tener dos empleos por familia. Uno por la mañana y otro por la tarde. Para poder cumplir con las dos jornadas era necesario que el tiempo del mediodía fuera suficiente para comer y descansar un poco. Por aquel entonces mientras los hombres cumplían con sus obligaciones laborales las mujeres se quedaban al cargo de la prole.

Se transforma el mercado laboral pero las jornadas alargadas permanecen

El mercado laboral ha sufrido una gran transformación pero la jornada permanece innecesariamente dilatada. Las mujeres hace tiempo que han accedido al mercado laboral por lo que la desigual responsabilidad sobre la conciliación repercute de forma negativa sobre la carrera profesional de ellas. Numerosos estudios apuntan que la productividad decae después de la comida así que no hay razones para no instaurar una jornada intensiva como hace el resto de los países europeos.

Este movimiento en las manecillas del reloj supone un ahorro, según datos los Ministerio de Industria, de 210 millones de euros a las empresas que pertenecen a servicios y a la industria. Un dato que por otra parte lleva sin variar desde el año 2007.