La humanidad ha evolucionado en este sentido muy poquito y los exámenes siguen ahí torturando a estudiantes y a profesores casi por igual. Unos preparándolos y otros corrigiéndolos. Así que, mientras nadie lo remedie, mayo y junio son los meses de los exámenes finales. La intención de sacar una notaza es tan buena como las que nos hacemos a primeros de año, pero llega la hora y… nos encontramos con todos estos obstáculos.
Falta de planificación
Por aquí empieza a malograrse la cosa. Tenemos varias materias de las que examinarnos y pensamos que el tiempo y nuestra capacidad de aprendizaje es infinita. Grábatelo a fuego: Nunca es demasiado pronto para empezar (todo el tiempo que te sobre lo podrás invertir en repasar). Si esperas al final para conseguir todo el material que necesitas, es muy probable que te quedes sin él. Por ejemplo, de ese libro clave del que hay veinte ejemplares en la biblioteca el resto del año ya no queda ni un ejemplar hasta septiembre… Para llevar una buena planificación de las materias, piensa en el tiempo que te llevará cada tarea y asígnaselo sin pasarte. Tienes más asignaturas y el tiempo es limitado (igual que tu energía). Crea mapas conceptuales y echa mano de técnicas de estudio para sacar el máximo partido a las horas.
Procrastinación
Posponer hasta morir. Puede ser un síndrome, estar motivado por la ansiedad ante el fracaso a suspender, pero relegamos y relegamos sin fin la hora de ponernos a empollar. Para algunos es el único momento del año en el que tienen su habitación ordenada y limpia con tal de no sentarse a estudiar. Los hay que se hacen expertos gamers. Para combatirlo, no te dejes, ponte con ello y verás cómo fluye. Solo tienes que empezar.
Desconcentración
Si finalmente hemos vencido la pereza y ya estamos clavados en la silla, no dejes que el móvil, que la tele, ¡que una mosca! te distraiga. Procura estar en un ambiente que favorezca el estudio, es decir, en silencio o acompañado de algo de música que te ayude a concentrarte. Si los dispositivos comienzan a dar señales de vida con notificaciones y mensajes, aléjalos. Siléncialos. Puedes fijar una hora para responder. Otra cosa importante es reunir todo el material que necesites desde el principio para que no te despiste el ir continuamente a por el flúor, a por los pósits, a por… Mantén tu espacio organizado y libre de distracciones.
Mala alimentación
El asalto a la nevera en esta época es continuo. Dulces, snacks, chocolate… y la estrella: las chuches. La cantidad de azúcar fatiga nuestro organismo y, en contra de lo que algunos piensan, el azúcar no es bueno para el cerebro. Al menos no el azúcar refinado del que están compuestas las gominolas. El café, las bebidas energéticas, la combinación de ambas, el tabaco, los complejos vitamínicos atacan nuestro sistema nervioso y puede dejarnos en blanco a la hora de enfrentarnos al papel. Toma frutos secos y frutas frescas y mantén hidratado tu organismo con agua preferiblemente.
Sedentarismo
La falta de tiempo hace que nos atemos a la silla y nos encojamos delante del teclado o de los libros y apuntes mesándonos los cabellos y frotándonos ojos y cara. Nuestro cerebro y nuestro estado de ánimo mejorará si hacemos ejercicios de estiramiento cada tanto. Difícilmente mantendremos la concentración más de una hora, así que aprovecha para caminar un poco, hacer unas respiraciones profundas o mirar por la ventana para despejar los ojos. Salir a correr un rato al parque nos predispone a asimilar mucho mejor la información.
Negatividad
Ese sentimiento de culpa por no haber empezado antes no sirve de nada. Esto es lo que hay y, con el tiempo que tenemos, debemos hacer virguerías. Sustituye cada pensamiento negativo: “no me va a dar tiempo” o “voy a suspender” por uno positivo “voy a aprovechar todo el tiempo que tengo al máximo” o “seguro que me preguntan esto que lo llevo fetén”.
Si conseguimos saltar todos estos obstáculos, esta vez sí, esta vez podrás decirle a tu madre que ¡has aprobado todo!
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