El desarrollo de la tecnología bien puede servir para controlar y optimizar la producción. Esto, en principio, es un avance que no se discute. Sin embargo, cuando el sistema de control recopila determinados datos sobre los trabajadores, se puede llegar a vulnerar derechos laborales. Como sucede con las polémicas pulseras que Amazon ha implantado. Señalan dónde está el empleado en cada momento y vibra si, por ejemplo, se equivoca a la hora de recoger una caja.
Una pregunta de Aina Vidal, portavoz laboral de En Comú Podem, al Gobierno sobre las pulseras que Amazon había empezado a implantar en Estados Unidos ha sido el detonante de que debate social sobre este tema se haya extendido. Aunque esta es solo la punta del iceberg. El Ministerio de Empleo y Seguridad Social aseguró en su respuesta que este sistema de control se encontraría con limitaciones en su implantación en España y que podría ser denunciado ante la Inspección de Trabajo.
Sin embargo, unos meses antes, a finales de 2017, UGT señalaba precisamente la falta de legislación que protegiera la recopilación de datos que se está llevando a cabo con distintas tecnologías de seguimiento. Su denuncia es que se están soslayando derechos y la intimidad de los trabajadores y exigen “que se establezcan límites y normativas que vigilen el funcionamiento de las wereables, su impacto sobre las condiciones laborales y su eficacia real”.
Actualmente la medida que más respalda los derechos de los trabajadores se encuentra dentro de la Ley de Protección de Datos. La empresa está obligada a solicitar consentimiento expreso del trabajador ante cierto tipo de vigilancia que recoja datos sobre su persona. Eso sí, una vez el trabajador firma el consentimiento (que por lo general es una cláusula del contrato), la empresa puede registrar su actividad en muchos casos que cuestionan su derecho a la intimidad.
Nuevas formas de controlar a los trabajadores
Hay muchas empresas en España que ya emplean sistemas de control asociados a la localización de los empleados y a su rendimiento. Su implantación no ha sido tan polémica como los brazaletes de Amazon y quizá por eso han pasado completamente inadvertidas hasta para los trabajadores, pues muchos no son todavía conscientes de las consecuencias.
Hablamos de carritos de limpieza que llevan sistemas GPS, empresas de reparto que recopilan datos sobre los encargos y la localización de paquetes (y, por tanto, de su repartidor) a través de apps, software que da cuenta del tiempo que se dedica a una tarea y que rastrea la utilización de otros programas o de visitas a webs, sensores en fábricas que registran movimientos de los operarios en principio para mejorar su seguridad…
Los avances tecnológicos y en las comunicaciones están consiguiendo grandes logros en el control de la producción, pero también en el de las personas. Este desarrollo es mucho más rápido que la regulación de su uso.
Consecuencias de llevar puesto el sistema de seguimiento y control
Una de las acciones que se pueden llevar a cabo es tratar de determinar las consecuencias de la aplicación de todas estas tecnologías de seguimiento. De esta forma se visibiliza los derechos que se están vulnerando o que pueden vulnerarse. Señalamos algunas de las principales:
- Intimidación del trabajador y amenaza de finalizar contrato sobre la base de los datos recogidos.
- Registro de datos biométricos que pueden vulnerar el derecho a la intimidad del estado de salud.
- En trabajadores a los que se paga por encargos (en compañías tipo Uber o Deliveroo), se corre el riesgo de asignar mayor volumen a quien tenga mejor reputación según los datos de seguimiento y, por tanto, de incentivar la hiperconectividad.
- Puede producirse un robo de datos mediante software malicioso o que la empresa haga una cesión ilícita a terceros.
- Vulneración del derecho a la desconexión, pues si el dispositivo de seguimiento te acompaña todo el día (como una pulsera o un móvil) se corre el peligro de estar hiperconectado.