Aunque suene a operación militar en medio del desierto, la limpieza extrema es una actividad casi heroica en la que los profesionales son un tanto especiales. Si el barrendero de turno se enfrenta a circunstancias tales como recoger colillas o residuos caninos, los limpiadores extremos son un paso más: su centro de trabajo es aquella escena donde un desastre natural, un accidente y hasta un crimen han dejado traumáticos rastros que un simple detergente no puede eliminar. Un oficio osado, pero tremendamente útil a la sociedad.


Quizá algunos recordaréis una película simplona y pelín bodrio en la que Samuel L. Jackson hace de limpiador de escenas del crimen. El tipo se mete sin quererlo en un berenjenal que le lleva a tener que solventar el asesinato para cuya limpieza se le requirió… Pero eso es en el cine.

En la vida real existen profesionales ultraespecializados que trabajan en el ámbito público y privado limpiando después de algún suceso extraordinario: los primeros se encargan de eliminar restos tras actos de vandalismo o terroristas, accidentes, demoliciones, crímenes en la vía pública, manifestaciones masivas… Y los segundos, mucho menos conocidos en nuestro país, lo hacen en situaciones como suicidios, crímenes en domicilios u otros hábitats cuya limpieza para los familiares puede ser un verdadero trauma.
En Estados Unidos sus honorarios pueden rondar los 600 dólares la hora aunque en España, donde no existen muchas empresas dedicadas a esto, el presupuesto se ajusta conforme al escenario, el tiempo que se emplee en limpiarlo y el equipo que será preciso para hacerlo.

Cómo trabaja un limpiador extremo
Estos profesionales utilizan productos especiales para limpiar manchas potencialmente peligrosas para la salud, desodorizan el lugar del crimen o accidente y se llevan todos los residuos una vez, en casos criminales, la policía y demás autoridades han hecho su trabajo. Es limpieza, sí, pero también extrema. Además, cuentan con un permiso especial para trasladar los residuos porque, si se tiraran en un contenedor corriente, supondrían riesgo para la salud (dejad volar vuestra imaginación, mejor no dar muchos detalles).

Uno de los pocos osados que ha montado una empresa de este tipo en España es Juan Francisco Rodríguez, un comercial de profesión cuya vocación por el servicio a los demás le ha conducido a ofrecerse a eliminar restos de crímenes, suicidios o muertes desatendidas (de gente que fallece sola en casa) y evitar así este difícil trago a los familiares: “Mi trabajo consiste en conseguir que los parientes de la víctima puedan entrar de nuevo en esa estancia y borrar de su memoria que allí ocurrió una tragedia, por encontrarse el lugar tal cual estaba cuando su ser querido vivía”. Comenta que entre las cualidades de un limpiador extremo tienen que contarse un “estómago fuerte”, conocimientos de limpieza y productos especiales para manchas difíciles y para no dejar ningún rastro ni aroma de la tragedia, y sobre todo, tacto para hablar con sus clientes, cercanía con ellos, empatía para ofrecerse a hacer ese trabajo y evitar un trauma a los parientes cercanos. También, recalca Rodríguez, es vital “no llevarse a casa lo que se ve durante la limpieza”.

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Para Rubén Sánchez, subdirector de Profi-Net, una empresa de limpieza que ofrece este servicio (entre otros muchos de higiene más convencionales), el equipo (ahora son tres los miembros) que realiza este trabajo, además de especializado en asuntos como la evolución de los fluidos o la descomposición de residuos orgánicos, es un grupo “de héroes” cuya máxima virtud es la fortaleza y la habilidad para tratar con el público. Porque, aunque su trabajo lo hacen en escenarios donde ha habido muertes, la delicadeza y tacto para conversar con las familias de las víctimas es una parte esencial.
Profi-Net lleva dos años aproximadamente ofreciendo este servicio en toda España, pero Sánchez reconoce que no es su principal fuente de ingresos. Sí es una prestación adicional que, cree, aporta también imagen de profesionalidad (“si somos capaces de hacer este tipo de trabajo, imaginen cómo dejaremos su oficina”, puede pensar un cliente potencial). Su protocolo en la limpieza extrema consiste en que los limpiadores, ataviados con uniforme, botas con puntas de hierro y mascarillas con filtros, entran en la habitación que tendrán que limpiar, lo inspeccionan y estiman si habrá que tirar muebles o levantar suelos o paredes, limpiar restos de sangre u otros. Después de eliminar cualquier residuo peligroso desinfectan el espacio con bactericidas y germicidas y limpian de olores la zona utilizando ozono.
Sin embargo, y pese a lo poco cinematográfico de la labor, Sánchez reconoce su valor social “porque el familiar o allegado ya tiene bastante con su pérdida, como para encima tener que retirar restos” cuya imagen y olor pueden causar mucho más daño por lo mucho que permanecen en la memoria.

 

Foto portada: Yuri Kimura. Wikimedia Commons

Foto interior: Zalman992. Wikimedia Commons