La redacción no es tu fuerte, pero has elegido un trabajo en el que, quieras o no, tienes que desempeñar esta tarea. Se trata de una de las habilidades que cruzan la trayectoria de muchas profesiones, sobre todo las que tienen que ver con trato con el público, clientes y proveedores. No desesperes, la comunicación escrita se puede mejorar y vamos a ayudarte a hacerlo.
Saber comunicarse con eficacia es fundamental a la hora de desempeñar una gran cantidad de puestos. De primeras, las empresas van a fijarse en los aspirantes que saben expresar mejor su candidatura, así que, aunque no esté entre los requisitos de una vacante, sí conviene que mejores tu comunicación en cualquier caso. Pero es que, además, hay empleos que exigen en concreto saber redactar. Nunca es tarde para desarrollar esta habilidad. Te proponemos un plan de mejora en cinco pasos.
1. En la sencillez está el gusto
Es muy típico de personas que no han desarrollado la habilidad de comunicarse por escrito tratar de hacerlo con palabras y expresiones rebuscadas. De esta forma se intenta imitar un texto bien escrito. No hay que poner un disfraz al texto, hay que centrarse en explicar de manera clara el mensaje, sin más. Las florituras no son necesarias, pero, si acaso, vienen cuando se domina el arte de redactar.
Escribir un texto sencillo requiere un amplio vocabulario porque hay que encontrar las palabras adecuadas, por eso te resultará de mucha utilidad el diccionario de sinónimos que tengas instalado en tu procesador de textos o cualquiera de los más consultados on-line. También puede facilitarte la vida un diccionario de ideas afines. A veces no quieres encontrar una palabra que signifique exactamente lo mismo, sino un concepto de la misma familia o relacionado con el mismo tema. Evita las frases en pasiva (como “el lápiz fue encontrado por el niño”) y trata de que sean cortas.
2. Estructura lo que vas a decir
La madre de las estrategias es divide y vencerás. En la redacción de textos esta máxima también funciona. Cuando tienes que comunicar varias ideas, conviene que las enumeres en un documento o papel aparte, en plan telegrama y sin esforzarte demasiado por que queden bonitas. Observa si te interesa exponer cada una por un lado o bien si dos o más se pueden contar en un mismo punto. ¿Cuál tienes más interés en que se lea primero? ¿con qué idea quieres cerrar el mensaje?
Esta no es la única estructura que puedes seguir, hay muchas. Otra muy común: siempre hay una forma de introducir lo que vas a decir, de hacer una especie de presentación; después te centras en el mensaje principal, en la chicha, y por último cierras con una conclusión o petición sobre lo que has comentado. Esta estructura en tres también se empela con muchísima frecuencia por su sencillez y eficacia.
Lo importante es que hagas un pequeño borrador del esqueleto que va a tener tu texto y que luego vayas completando cada parte paso a paso. Así te resultará más sencillo transmitir lo que tienes en la cabeza.
3. Al principio puedes ayudarte de clichés y expresiones comunes
La observación y el análisis posterior es uno de los fundamentos del conocimiento y el aprendizaje. Si quieres escribir buenos mails, lee buenos mails, fíjate en ellos cuando recibas uno que llame tu atención por cómo está redactado. (Lo mismo vale para un informe o para una carta comercial). Empieza a discriminar los que te parecen bien redactados de los que no y trata de averiguar cuáles son los aspectos que fallan y cuáles los aciertos.
Aprende de esta fase y e imita lo que te parezca válido, ¿por qué no? Solo te perjudicará si escribes textos para un blog o una web, pues los buscadores podrían considerarlo contenido duplicado y penalizarte. La imitación se ha denostado en favor de la creatividad y la originalidad; sin embargo, puede ser un proceso fundamental a la hora de afianzar un aprendizaje.
4. Cuando consigas cierta soltura, ¡suéltate!
Si has seguido los pasos anteriores, notarás una mejoría con cada texto que escribas. La práctica es imprescindible. Piensa en una tarta, no basta con saberse la receta de memoria, hay que hacerla y es muy posible que no te salga bien a la primera y que tengas que ir variando detalles para que guste a todo el mundo. Cuando consigas una cierta soltura escribiendo (no quiere decir que no te cueste, escribir es una actividad siempre precisa una atención especial), entonces puedes tratar de meter innovaciones.
Ya que has conseguido llegar a este punto, atrévete a emplear alguna expresión más original que no suelas ver en los textos del mismo tipo que llegan a tus manos. Podrías hacerlo antes, cuando todavía estás verde, lo que pasa es que, por lo general, uno es capaz de hacerlo cuando siente cierta seguridad. Como tú te conoces, estate pendiente de cuándo puede ser el momento de añadir originalidad a tus comunicaciones. Este ingrediente suele resultar más atractivo para quienes las reciben.
5. Repasa, siempre repasa…
Cuando des por terminado un texto, te recomendamos que lo leas aún dos veces más. En la primera lectura te fijarás en que no falte o sobre texto de frases y párrafos que has recolocado durante la redacción; que todo tenga una coherencia (mira los plurales, que concuerde el género…), y que no has omitido o repetido demasiado alguna idea. En la segunda lectura atiende únicamente a los errores ortográficos que se hayan podido colar. Aunque pienses que el texto está ya muy limado, te sorprenderá descubrir erratas en esta última lectura. Ayúdate de los correctores automáticos, no son un deshonor sino una salvación en muchos casos.