Calzarse unas zapatillas de estar por casa en clase parece que mejora el rendimiento. Así lo avala un estudio y ya hay colegios británicos que lo han puesto en práctica. El entorno y la manera de estar en el aula influye en el aprendizaje, por eso están experimentando con nuevos espacios donde se potencien aspectos que hasta ahora no se tenían prácticamente en cuenta. Los colegios se reinventan para conseguir una educación más completa.
Cambiar el aula puede hacer que se mejore el aprendizaje
Según un estudio de la universidad británica de Bournemouth, los niños que asistían a clase en zapatillas de estar por casa generaban mayor interés por la lectura y no tienen tanta prisa por salir del colegio. Esta práctica, que es habitual en países escandinavos, ahora la están experimentando dos colegios ingleses. Por el momento, aseguran que los niños van más contentos a las clases, se portan mejor y que les entusiasma la idea. El cambio de comportamiento resulta notorio en los dos centros. Esta noticia ha causado un gran revuelo mediático en Gran Bretaña.
Hace un tiempo, otra forma curiosa de dar las clases en Estados Unidos tuvo también bastante repercusión en los medios. Se trata de cambiar los pupitres por bicis estáticas. La idea es acabar con el sedentarismo que tan gravemente afecta a la sociedad estadounidense. Sin embargo, al ponerla en práctica, se descubrió que a esta práctica estaba asociada una ventaja adicional: aumenta la capacidad lectora. Así lo han experimentado en Carolina del Norte, estado donde se lleva a cabo esta metodología desde 2010.
Y es que merece la pena prestar atención al entorno de la clase, pues puede fomentar una mayor actitud receptiva al aprendizaje. Otra propuesta inusual es estudiar al aire libre. Hay investigaciones que demuestran que las clases que se desarrollan en contacto con la naturaleza ayudan a mejorar la concentración, a eliminar el estrés y a aumentar la autodisciplina. Ya hay centros repartidos por todo el mundo que se rigen por esta idea. En España se conoce con el nombre de bosque-escuelas.
Una iniciativa relacionada con esta filosofía, pero que se desarrolla en el interior de los edificios, son los centros en los que las aulas no están delimitadas por paredes. Se trata de espacios diáfanos donde se recrean distintos ambientes, entre los que se incluyen tarimas a modo de chill out, sobre las que los alumnos desarrollan su jornada de estudio. Dos colegios nórdicos, el Orestad Gymnasium y la Hellerup Skole, representan el paradigma de esta tendencia educativa.
¿Qué tienen de malo las aulas de toda la vida?
Lo que tienen en común las propuestas mencionadas es que cuestionan la forma de asistir a clase. El rendimiento no estaría asociado solo a la metodología de enseñanza, sino también a la forma de ocupar el espacio escolar.
Por otro lado, están aludiendo a la idea de que las aulas no son un lugar inamovible en el que no se pueda intervenir. Una transformación en la que los alumnos tengan la posibilidad de observar lo que hacen el resto de sus compañeros, de poner ideas en común y de extraer el conocimiento de mediante una participación activa es una alternativa motivadora frente a prestar atención pasiva al discurso del profesor.
Por último, resaltan una evidencia: las aulas no son el único espacio donde se aprende. Poner barreras al espacio de estudio puede significar que, cuando llega la hora de traspasar esos límites, se acaba cualquier interés por aprender. Mantener vivas las ansias por adquirir nuevos conocimientos debería ser uno de los principales objetivos de cualquier propuesta educativa.