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El día más triste del año puede ser el que marque tu cambio de rumbo

Hoy se celebra el Blue Monday, el día más triste del año. Las vacaciones han pasado, la cuenta corriente ha dado un bajón y es lunes… Quizá empezaste el año con buenos propósitos profesionales y ya estás viendo que no vas a ser capaz de cumplirlos. Sin embargo, el año no acaba más que empezar, y en realidad siempre es buen momento para replantearte tu situación laboral. Veamos cómo.

Este año ha sido muy duro para muchos negocios y puede que a las circunstancias habituales en estas fechas se le sume una pérdida de empleo o un recorte de horas o de condiciones laborales. Aparte están de pérdida de salud física y emocional, tuya o de los que te rodean. No es un camino fácil, pero se puede tratar de dar la vuelta a esta situación y verlo como una oportunidad para impulsar un cambio.

De actitud triste a actitud resolutiva: la crisis que provoca el cambio

¿Cuántas veces vemos que precisamente es una crisis la que impulsa un cambio positivo? Hay ejemplos recientes y cercanos. Las empresas llevaban años dándole vueltas a la transformación digital. En un solo año de pandemia se ha avanzado más que en prácticamente una década.

Los malos momentos no podemos evitarlos, y es lógico sentirse triste por ello. Sin embargo, dan la oportunidad de generar resiliencia, una soft skill sin duda en alza, y superar los acontecimientos de manera reforzada. Este refuerzo puede significar un cambio de rumbo o bien un avance impulsado en la misma dirección que llevabas.

Encontrar un camino

A veces la falta de rumbo es lo que más desconcierta. Puede que durante el pasado año te hayas quedado un poco a la deriva, sin saber qué camino tomar. Te proponemos que sigas estos pasos para recuperar la dirección de tu trayectoria:

Centrar las fuerzas en una meta profesional

Con las conclusiones que hayas extraído de los pasos que te hemos propuesto en el apartado anterior, concreta tu meta profesional. Para alcanzarla puedes tratarla tal como abordarías un proyecto complejo. Empieza por subdividirla en tareas y fases que puedas realizar con menos esfuerzo.

Organízalas por orden de ejecución y asígnales una previsión de tiempo que requerirían y recursos (por ejemplo, una inversión económica). Cuando las tengas definidas, distribúyelas en un calendario, teniendo en cuenta cuándo quieres conseguir tu propósito, pero siendo realista a la vez con los plazos que se tarda, el tiempo del que dispones y tus circunstancias.

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