Hace ya más de 40 años, un episodio de 1969 del Noticiero Documental recogía la buena nueva: El sistema educativo español iba a tener su primera reforma desde que en 1857 el gobierno moderado de Isabel II instaurara la ley Moyano. La nueva ordenación, llamada Ley General de Educación de 1970, venía a intentar subsanar las deficiencias de un sistema que el noticiero oficial de la España de Francisco Franco enumeraba con una increíble crudeza.
Con una tasa de analfabetismo del 5,7% en 1968, de cada 100 alumnos que entraban en el sistema a los seis años, solo 27 llegaban a la Enseñanza Media. Estos se reducían a 18 al pasar la Reválida elemental de los 14 años y solo diez accedían al bachillerato superior a los 16 años. Más adelante cinco aprobarían el Preuniversitario y solo TRES alumnos culminarían sus estudios universitarios en la tabla estadística de 1967.
Desde los últimos 40 años, tras varias minirreformas y un gran cambio con la LOGSE en 1990, multitud de agoreros claman contra un sistema que ven falto de excelencia, esfuerzo y éxito, como cuando muchos hablaron en sentido despectivo hará 30 años de una EGBización de la educación. Una simple comparativa de datos básicos desmonta esta idea instalada en la nostalgia y demuestra que el sistema educativo español ha mejorado increíblemente.
Pese a la conocida estadística de un 26,5% de abandono escolar temprano, esto significa que el 73,5% de los españoles acaba la escuela obligatoria frente a los 10 que en 1967 seguían escolarizados a los 16 años. En el siguiente tramo, la educación secundaria postobligatoria -la gran anomalía estadística del sistema hispano al ser menor su número que él de los alumnos de terciaria- es finalizada con éxito por un 22% del total de los alumnos, una cifra interesante.
Y ya si comparamos el 3% de los alumnos que acababan la universidad en 1967 con el 30% de hoy en día, es innegable que se diga lo que se diga el sistema ha mejorado. Aunque quede mal en un titular de prensa.