Ya hemos hablado en otras ocasiones de un tema fundamental en salud laboral: el mobbing o acoso en el trabajo. A veces, los autores de las agresiones son los compañeros, pero una gran parte de las veces las realiza un superior en la jerarquía de la empresa. Es lo que se conoce como bossing, el acoso dirigido por un jefe o responsable hacia uno o varios empleados que dependen de él. ¿En qué se diferencia de otros tipos de acoso?
Qué es y en qué consiste el bossing
La base del bossing es la misma que la del mobbing: agredir a la víctima con una finalidad que esta no es capaz de identificar. El mobbing remite a la parabra mob, que se puede traducir por ‘pandilla’. Es decir, el mobbing suele estar orquestado por un grupo de personas, entre las que puede haber jefes y compañeros, mientras que el bossing lo ejerce un superior (o varios) que coordina el trabajo del acosado. Merece la pena hacer la distinción porque hay presiones y soluciones muy específicas para este tipo de agresión.
La causa suele ser de origen material. En el fondo, gran parte de los acosos de todo tipo se fundamentan en un interés meramente material. Entender esta causa no justifica los actos, y mucho menos los disculpa; lo que te da es un punto de vista distinto si estás en una situación de acoso. Quien ejerce la agresión pretende que la víctima vea otro tipo de motivación y suele esconder el interés material que hay detrás.
Por ejemplo, una empresa tiene que hacer recortes y se plantea despedir a una persona que lleva muchos años en el puesto. Su despido resulta costoso, por lo que intentan provocar que se vaya por su propio pie. Su jefe o jefa directo comienza una campaña de acoso en la que le dice a la víctima que no resulta competente y que siempre tienen que estar encima revisando su trabajo por los errores que comete. Todo el mundo comete errores y, cuando lo hace la víctima, se magnifican. Además, se le ponen amonestaciones. La víctima puede percibir que el origen del acoso es su actitud. Sabe que es incorrecto, pero en parte lo ve justificado. Por eso es importante tener presente que, cuando se pone en marcha una estrategia de acoso, el interés suele ser material.
Esta forma de conducirse evidencia un comportamiento disfuncional en la empresa. Es decir, los acosadores no son capaces de resolver un problema sin generar un conflicto. No tienen intención de hacerlo de una manera «sana» (que en el caso del ejemplo sería practicar los recortes necesarios que permita la ley para salvar las dificultades por las que atraviesa la empresa). Este tipo de comportamiento puede llegar a tipificarse como delito.
Síntomas de que sufres bossing
Cada una de las situaciones que mencionamos, si se tienen en cuenta por separado y de manera muy puntual, puede que no constituya un acoso. Sin embargo, si convergen varias de ellas o se mantienen en el tiempo, sí es como para plantearse que se está sufriendo bossing. Hemos especificado solo algunas de las más frecuentes, pero puede haber otras formas.
Una de las guías que te puede poner sobre la pista del bossing es que no se está cumpliendo lo que se ha acordado en tu contrato.
- Con frecuencia recibes un mal feedback de tu trabajo y escaso o ningún reconocimiento por tus logros. Es habitual escuchar cuando consigues un objetivo que ese era tu deber, que es para lo que te han contratado o consideraciones similares.
- En otras ocasiones los agresores (o el agresor si actúa en solitario) se atribuyen tus éxitos. A veces lo hacen a tus espaldas y esto por sí mismo no constituye una conducta de acoso, sino una práctica poco ética e ilegítima. Sin embargo, cuando lo hacen abiertamente en tu presencia, es más que probable que se trate de una agresión que, además, tiene el objetivo de desestabilizarte.
- Te amenazan habitualmente con perder el puesto, pero nunca se ha cumplido. Para justificar el que no se haya hecho se alude a cuestiones que no tienen nada que ver con el trabajo, como que no quieren que le falte el sustento a tu familia o que no podrías ir a otra empresa con tu poca valía. Argumentaciones de este tipo son meros chantajes emocionales. La empresa y los trabajadores mantienen un contrato laboral. Si una de las partes decide que no es funcional para sus intereses puede acabar con el contrato, pero siempre dentro de los límites que marca la ley.
- Tratan de que tu supuesta falta de competencia se suplante con cometidos adicionales a los que habéis acordado por contrato. De nuevo, si de verdad no le sirves para la empresa, deberían dejar de contar con tus servicios. De hecho, esto es precisamente lo que harían si de verdad estuvieran «perdiendo». O bien no quieren correr con los gastos de tu despido o bien te presionan para sacar de ti mayor fuerza de trabajo de la que están dispuestos a pagarte.
- Te aíslan del resto del compañeros o bien de tus funciones. De nuevo, la guía de la conducta funcional es el contrato. Si hay un acuerdo entre la compañía y el empleado en el que se establecen una serie de cometidos y, de repente, se aparta a la persona trabajadora de tales cometidos, el comportamiento es completamente anómalo. Si la empresa puede prescindir del trabajador, ¿por qué no lo hace? Una vez más, las razones ligadas a chantajes emocionales solo esconden otros motivos de índole material.
Cómo puedes actuar frente al bossing
Si ya has tomado la decisión de llevarlo a cabo, procura que todo sea lo más aséptico posible y que las notificaciones que hagas sean por escrito con acuse de recibo. (Un burofax puede ser una forma de recibir contestación y, para comunicaciones muy concretas, puede servir de ayuda).
Otra de las diferencias entre el mobbing y el bossing es que en este último se puede generar un conflicto si vas a emprender medidas legales. En principio, para hacerlo tienes que poner antes en conocimiento de la empresa que estás sufriendo un acoso. Es decir, en el caso del bossing, y si quien te agrede es la persona responsable de la empresa, puede suponer un enfrentamiento directo antes de iniciar medidas legales.
El resto del proceso no difiere de lo que se puede hacer en caso de mobbing. La recogida de pruebas es importante y puedes emplear la vía judicial, la penal o la contencioso-administrativa. Existe además la posibilidad de hacer una denuncia ante la Inspección de Trabajo.
Si estás teletrabajando, puede que las agresiones más directas se hayan diluido, pero seguramente se continúa recibiendo presiones de otra manera. Lo bueno de esta circunstancia es que hay muchas más oportunidades de recoger pruebas a través de los medios digitales.