Al trabajo se va a trabajar. Parece una cosa como muy de perogrullo, pero muchas veces no está tan claro. Por supuesto es mucho más fácil todo cuanto mejor te lleves con tus compañeros, pero separar convenientemente lo profesional y lo personal te ayudará sin duda a evitar situaciones embarazosas.Si lo piensas bien el trabajo es un lugar en el que pasamos un mínimo de ocho horas diarias, a las que si sumas lo que duermes y lo que te pasas yendo y viniendo del trabajo a casa, casi puedes decir que estás más con tus compañeros que con tu familia. Suena duro, ¿no?

Siendo así es complicado no empatizar, o al menos intentar empatizar. Hasta coges cariño a la gente y, en ocasiones, haces amigos que conservas incluso si acabas dejando la empresa. Pero siempre está bien tomar determinadas precauciones para no caer en situaciones comprometedoras, y menos en un ámbito tan hostil como el laboral.

El ejemplo más común es la típica cena de empresa. Estás bien, charlando, y alguien se toma dos copas de más. No hace falta emborracharse para liarla, pero a veces el alcohol y la fiesta ayudan a que alguno pueda deshinibirse…A veces más de la cuenta. En esas circunstancias puedes acabar resultando pesado, cansino o incluso revelar algún comportamiento que no acabe de gustar a algún compañero. Y eso que creías que era amistad acaba por romperse.

Pongamos otra situación: es tu cumpleaños y montas una fiesta; o te casas ¿A quién invitas? Si trabajas en una empresa pequeña tienes dos opciones: o invitas a todos, aunque no te caigan bien, o no invitas a nadie. Y si trabajas en una empresa grande invitar a unos sí y a otros no traza una complicada línea entre quienes son tus amigos… Y quienes no.

Hay otros errores comunes cuando uno acaba pensando que sus compañeros son amigos. Por ejemplo, hablar de política. Esa persona tan normal con la que tomas café cada día, con quien subes en el ascensor o te fumas el cigarro a escondidas puede esconder a un absoluto radical completamente alejado de ver el mundo. Ojo, puede que eso para ti no sea importante, pero puede suponer escenas realmente incómodas cuando uno dice algo y tiene como respuesta una de esas frases demoledoras que encierran algo totalmente contrario a tus principios. ¿Seguirás hablando tan normal con alguien que encarna todo aquello en lo que no crees?

Pero si hay un error típico es el de hablar demasiado. Por ejemplo, criticar a alguien, a un jefe. Luego resulta que ese jefe asciende a la persona con la que te dedicabas a pelar y… Tierra trágame. O, el error de los errores, cuando se habla de lo que cobra cada uno y te quedas con cara de idiota porque gente con menos funciones, responsabilidades o carga de trabajo que tú cobra bastante más. Quizá ya no vuelvas a invitarle a ese estupendo café de máquina, dadas las circunstancias.

El trabajo debe ser un lugar agradable, un sitio en el que cumplir con tus obligaciones en el clima más cordial posible. Pero sin pasar esa raya que separa el compañerismo de la amistad, a menos que tengas la absoluta seguridad de lo que haces.

Y ojo que hablamos de amistad. De las relaciones sentimentales mejor ni hablamos, que esas sí tienen peligro…