“Un criminal siempre se lleva y deja algo en la escena del crimen. Es un dato científico”. Son palabras de Vicente Garrido Genovés, un criminólogo especializado en trazar perfiles de asesinos y violadores que fue el primero en aportar este procedimiento en la historia criminal española.

Esta rama de la criminología es tan nueva aquí que apenas hay personal especializado en conducta. La Policía Nacional incorporó en 2009 a un par de agentes para analizar comportamientos criminales y trazar perfiles psicológicos en el llamado SAC, servicio de análisis de conducta, que pertenece a la Unidad Central de Inteligencia Criminal. Solo dos miembros que colaboran con las policías de distintos puntos del país para ayudar en la investigación, aportando análisis psicológicos y rastreo de pruebas que indiquen que un criminal (asesino, violador, secuestrador…) es o se comporta de un modo determinado. Y que no, no vuelan en jet privado.

Según el profesor Garrido, escritor de varios libros sobre criminalística y profesor en la Universidad de Valencia, en cada escena del crimen quedan “huellas de comportamiento”, y el trazar un perfil a raíz de esas pistas puede hacer avanzar mucho la investigación. “Nuestro trabajo es el de analistas, y el trabajo de verdad lo hacen las fuerzas de seguridad”.

Esa colaboración con el criminalista empezó cuando Garrido ayudó en los 90 a encontrar y detener al culpable del asesinato de cinco mujeres, que después sería bautizado como “el depredador de Castellón”, Joaquín Ferrándiz. Cuando al principio de la investigación se pensaba en más de un asesino, él fue capaz de plantearse que, gracias a un modus operandi que esencialmente era el mismo en los cinco asesinatos, el criminal pudiera ser solo uno. El círculo se fue reduciendo y el equipo de investigación determinó que, al igual que Ferrándiz, el asesino tendría antecedentes por violencia, y que en ese momento podría ser una persona con una vida normal y un trabajo, además de una inteligencia superior a la media. “El fundamento del “profiling” es que el sujeto no puede dejar de ser quien es ni cuando comete los crímenes”, y esas huellas son las que conducen a su apresamiento. Ferrándiz usaba siempre la misma cinta americana para atar a sus víctimas y fue precisamente esa pista la que desencadenó su detención, cuando la Guardia Civil encontró el rollo en su casa.

Hoy día, tanto la Guardia Civil como la Policía Nacional tienen perfiladores en sus equipos, que se dedican a analizar la conducta a través de las huellas que recuperan en la escena del crimen o crímenes, y aportan esa información a la investigación para ayudar a capturar a los culpables. Son un poco como los Mentes Criminales a la española, pero su trabajo es parte de la labor de equipo que realizan las fuerzas de seguridad. En el FBI existe, como dejan bien claro series y películas, la BAU (Behavioral Analysis Unit, Unidad de Análisis de Conducta, en inglés), que tiene departamentos superespecializados en terrorismo, asesinatos en masa o en serie, violaciones, secuestros, y hasta una unidad centrada en los delitos contra la infancia.

Yo quiero ser uno de esos

Para convertirse en perfilador de criminales, el profesor Garrido Genovés recomienda formarse en criminología, que incluye conocimientos en psicología, antropología, leyes, derecho penal o sociología, entre otros, y realizar un posgrado en la técnica del perfil criminológico. Además, aconseja ser analítico y observador, tener pensamiento abierto y creativo no rendirse: “Ahora mismo la criminología es una buena titulación para acceder al cuerpo ejecutivo de la policía”, comenta, aunque afirma que “todo es muy incierto” y que depende bastante de si los poderes públicos apuestan por la prevención del delito y se dejan asesorar por los expertos en crimen.

Garrido ha publicado recientemente un libro que puede despertar la curiosidad por su trabajo, un thriller criminológico titulado “Crímenes exquisitos”. Por algo se empieza…

 

 

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