Cuando llegas de trabajar a las 7:30 de la tarde alguna vez te habrás preguntado si es necesario que tú vuelvas a esas horas a casa para que la economía del país se levante. No, no lo es, en Alemania trabajan más de 300 horas menos al año y mira cómo les va. Teniendo esto en cuenta, la idea de buscar empleo en otro país y aprovechar mejor el horario de trabajo no resulta descabellada.

¿Hay que trabajar tantas horas?

Según un informe de la OCDE, los españoles trabajamos 1.691 horas de media al año, estamos en el puesto 23 dentro de los 38 países que se analizaron. Encabeza la lista México con 2.246 horas, mucho tiempo empleado que luego no se refleja en una alta productividad. Pero tampoco la nuestra es ejemplo. Países como Alemania, Holanda o Francia trabajan de 200 a 320 horas menos al año, que ya es decir, y su productividad es bastante más elevada.

Las conclusiones de este informe señalan que los países que trabajan menos horas son, precisamente, los más productivos. Aunque no hay que caer tampoco el la trampa, la productividad no depende ni mucho menos de un solo factor, del horario. Influyen de manera determinante otros aspectos, no es lo mismo que tu país se dedique a cultivar campos o a extraer materias primas a que sea uno de los principales productores mundiales en industria pesada.

¿Qué es lo que diferencia a nuestro horario?

En España se suele entrar más tarde a trabajar que en el resto de países del entorno. Nuestro horario no está diseñado para aprovechar la horas de mayor rendimiento y nuestros hábitos tampoco lo ponen nada fácil.

En Alemania, Suecia o Francia se empieza antes, como a las 7 o 7:30 horas, y a las 4, 4:30 o 5 horas, como mucho, están saliendo por la puerta. El tiempo que dedican a comer es más reducido porque, además, las comidas son más ligeras, lo que afecta de algún modo también a la productividad. ¿Estarías dispuesto a comer en menos tiempo, entrar un poco antes y salir a la hora de poder ir con tus hijos al parque un rato, o de comprar, de ir al cine, al gimnasio…?

Ahora parece que cuando acabas la jornada laboral prácticamente se acaba el día. Das de cenar, cenas y a dormir. Por cierto, estas dos actividades mucho más tarde que nuestros vecinos. Descansamos menos y al día siguiente no nos levantamos con mismo ímpetu para comenzar la jornada laboral. Esta circunstancia afecta, de nuevo, a la productividad.

Además, está el problema del presentismo. No es solo cuestión de calentar la silla para que te vea el jefe. Según los expertos, cuando sabes que tienes mucho tiempo por delante, te dispersas más; sin embargo, si te tiene que dar tiempo en una jornada más corta a terminar tu trabajo, entonces concentras los esfuerzos. Para un trabajador alemán, alguien que le tiene que dedicar tantas horas a una tarea que se puede hacer en menos tiempo significa que se organiza mal.

Parece que hablamos todo el tiempo de profesiones que se rigen por los horarios de oficina, por ejemplo, pero no se trata solo de este ámbito. El economista Antonio Montañés, en un interesante estudio concluye que con una jornada continua la productividad aumenta hasta el 6,5% con respecto a la jornada partida. Este porcentaje asciende hasta el 9% en el sector servicios, un área que define la actividad principal de la economía española.

España todavía tiene pendiente una verdadera revolución de los horarios laborales que acabe con las antiguas concepciones: permanecer en un puesto durante todo el día pese a que no sea necesario. No es productivo y, algo muy importante, entorpece por completo la conciliación con la vida familiar. Es cierto que cada vez somos más conscientes; según los estudios de la OCDE, en el año 2015 se trabajaron de media siete horas menos que en el 2014. Sin embargo, esto todavía está muy lejos de las 320 horas que nos distancian con Alemania.