Has tomado una sabia decisión, vas a hacerle un hueco a la actividad física dentro de tus tareas diarias. El impulso del principio te ayudará a ir al gimnasio casi sin pensar: estrenas ropa, te sientes bien, tienes la fuerza de la decisión y el listado de beneficios muy fresco en la cabeza. La novedad te estimula. Sin embargo, lo difícil muchas veces no es tomar la decisión, empezar, si no mantenerla en el tiempo.

Y es que hay un momento en el que la curva del entusiasmo empieza a caer y las excusas empiezan a asomar: hoy estoy muy cansado, mañana hago el doble, tengo que ir a esto otro… Resistencias: véncelas y duplicarás el grado de satisfacción cuando hayas terminado.

A continuación te damos algunos consejos para no dejarse llevar por la pereza.

Activa la producción de endorfinas

El agotamiento que aparece después de la jornada laboral en días llenos de estrés se disipará con una buena sesión de ejercicio. El cansancio que produce la actividad física activará la producción de endorfinas, los neurotransmisores del buen rollo, en el cerebro estimulando los centros de placer y, por lo tanto, generando sensación de bienestar. La actividad hace que la sangre circule mejor por todo el organismo, por lo que la energía reaparece, te revitaliza. Además, el ejercicio ayudará a liberar tensión y, cuando salgas del gimnasio, lejos de estar más cansado, te encontrarás mejor. No te digo nada sobre la sensación de triunfo sobre ti mismo si has conseguido vencer la pereza… Merece la pena.

Libera dopamina de forma saludable

La ansiedad que se genera a lo largo del día resolviendo asuntos urgentes y apagando fuegos puede que empuje al cerebro a pedir una recompensa en forma de comida para liberar dopamina, otro de los neurotransmisores que nos hacen sentir bien. Y no se conformará con  hacerlo de una forma saludable como tomando verduras crudas o frutas, si no que, seguramente, fantaseará con alimentos ricos en azúcar refinada y grasas saturadas que ofrecen un placer inmediato pero que, ya sabemos, tienen consecuencias muy perjudiciales para la salud.

La dinámica del ejercicio y el autocuidado hace que sea más sencillo mantener a raya una alimentación poco saludable. Haciendo ejercicio se controla mejor la ansiedad que has generado a lo largo del día. Después te costará menos tomar una merienda sana, porque entras en una especie de círculo virtuoso saludable.

Trabajadora que va hace gimnasia después del trabajo

Ir al gimnasio sí, pero evita hacer deporte intenso antes de dormir

El ejercicio activa el organismo, por lo que es preferible establecer una rutina en la que la actividad física no esté demasiado cercana a la hora de dormir para facilitar la conciliación del sueño.

Salir del trabajo e ir directo al gimnasio te deja el tiempo suficiente por la tarde para respetar el biorritmo y que, al llegar la noche, tu cerebro esté relajado y el cuerpo preparándose para el descanso.

Ponte metas alcanzables

Es preferible ponerse unas metas asequibles y que puedas sostener en el tiempo. El impulso de la decisión puede llevarte a querer cumplir con siete días a la semana. Pero ya llegarás. Empieza poco a poco y ve afianzando la rutina de actividad física e incorporándola en tu día a día para hacerla compatible con el resto de actividades. Como sabes, no es necesario dedicarle mucho tiempo a diario, ni tampoco es preciso hacer ejercicio intenso todos los días. Una combinación de ejercicio intenso y ejercicio moderado en la semana será ideal.

Poco a poco, las excusas dejarán de aparecer porque habrás integrado un hábito. Busca la motivación cada día, una pequeña: mejorar este ejercicio, respirar mejor, quedar con alguien para salir a correr, ¿Qué tal aprovechar para quedar con esas amigas a las que hace tiempo que no ves? Te pones al día mientras hacéis deporte.

Valora en cada ocasión si hay razones de peso para no ir, y búscale un hueco en otro momento para compensarlo cuando aparezcan las excusas. ¡No te rindas!