A pesar de que todo cambia y nada permanece a las personas nos cuestan los cambios. Salir de la zona de confort donde se controla y uno se siente competente produce reticencias. De entrada, un cambio provoca rechazo y esto, aunque es lo normal, dificulta y posterga la adaptación a la nueva situación.  Se producen momentos de incertidumbre que el cerebro rehúsa asumir. Si por añadidura, este cambio tiene que ver con el poder y el futuro profesional depende de saber afrontar con solvencia esa situación la cosa se complica. Las dotes para la asertividad, negociación y la prudencia tienen que estar muy presentes cuando se afronta un cambio de jefe.

Adoptar una actitud a favor

Podemos estar de acuerdo en que quién llega de nuevas tiene que hacer uso de todas las herramientas a su alcance en forma de conocimiento, experiencia en gestión de equipos, dotes asertivas y motivacionales para conquistar a su equipo y crear el compromiso necesario para conseguir los objetivos que se le encomiendan. Pero el esfuerzo debe ir en ambos sentidos. Quienes integran esos equipos deben tener confianza, evitando el recelo, en la capacidad de la persona que se ocupará de dirigir el equipo.

Cuestionar la valía del nuevo responsable de primeras no será de ayuda. Se trata de una situación sobrevenida, que no depende de la voluntad del subordinado si no de la dirección por lo que ofrecer resistencia pasiva solo servirá para empeorar el trance. Es esencial dar un voto de confianza y alejar las rumorologías que habitualmente se presentan ante estas situaciones.

Adaptarse a nuevo jefe

Pasar de un tipo de liderazgo a otro

Si pasamos de un jefe con un estilo de liderazgo más autocrático, donde lo único que hay que hacer es obedecer órdenes, y nos lo cambian por uno con un perfil más democrático, con capacidad para delegar tareas, esta variación puede incrementar el nivel de estrés al asumir un grado de autoexigencia mayor. Aunque  habrá quién se sienta altamente motivado por asumir retos.

En estos casos, puede que se atraviesen periodos de intensa inseguridad y dudas en la propia capacidad para afrontar los cometidos y nuevas responsabilidades encomendadas. Pasará. Aunque quizás haya que trabajar más duro y no sea tan confortable asumir determinadas decisiones como lo es escudarse en el responsable tanto para las palmadas en la espalda como para parar los golpes.

Asumir nuevos retos te mantendrá activo. Vivir de las rentas puede ser más cómodo pero limita la oportunidad de crecer profesionalmente y adquirir nuevas competencias.

Tener al mando de la nave a un jefe millenial

La llegada de los millenials, los nacidos en la década de los 80 del siglo pasado, a puestos de responsabilidad está originando nuevos desafíos en la gestión empresarial. El modo de trabajar de esta generación, que desarrollan formas más dinámicas y horizontales de liderazgo choca frontalmente con las estructuras más clásicas de organización basada en la jerarquía y la experiencia.

Muy probablemente, la incorporación de un jefe millenial obligará a ser más creativo porque cuenta con tu opinión y te hará partícipe de los logros alcanzados, por lo tanto, el grado de compromiso con las metas aumentará.

Sin embargo, si el cambio se hace de un tipo de liderazgo laissez-faire, donde quien toma las decisiones lo hace de una forma más democrática, confía en la experiencia del empleado y solo interviene cuando es estrictamente necesario a un tipo de líder más paternalista, típico de perfiles senior donde el seguimiento del desempeño y la autonomía es mucho menor es muy probable que aparezca un sentimiento de agobio y se perciba cierto cuestionamiento sobre las labores que se realizan.

La empatía favorece la adaptación al cambio

Si pasado un tiempo prudencial de adaptación no se ha conseguido estar cómodo lo mejor es ponerlo sobre la mesa. Hay que tener presente que no se puede cuestionar el tipo de liderazgo con tu superior. En vez de eso, pon el foco en la forma en que funcionarías mejor o lograrías ser más productivo como por ejemplo sintiendo un poco más de libertad de movimientos y autonomía. Convence de que también tu nuevo jefe se beneficiará de esto.

Trabajar codo con codo fortalecerá el conocimiento mutuo. Hará que la confianza se asiente. Las formas se relajarán si se percibe que los resultados son buenos. Tu nuevo jefe también está en periodo de rodaje y tiene que evaluar sus estrategias y metodologías con su nuevo equipo.

Ayudará a superar la situación mostrar la empatía necesaria para saber que un jefe también debe responder a objetivos y rendir cuentas ante otros. Es importante para desechar motivos espurios sobre determinadas actitudes que no encajan con nuestra forma de ser o de entender el liderazgo.

Hazte con dosis de paciencia y permanece con una actitud positiva y abierta ya que los cambios siempre suponen oportunidades.